jueves, 5 de febrero de 2009

6. Mil palabras que reflejan una imagen


Cuando volví al instituto dos días después, fue como tener que empezar de cero.
Todo el mundo se había enterado de lo del accidente, e incluso parecían saber más detalles que yo.
A la hora de la comida, para terminar con las sorpresas, Alice Cullen se acrecó a la mesa donde estábamos comiendo.
-¿Qué tal te encuentras?- dijo. O más bien cantó.
-Yo... pues... bien- tartamudeé.
Se dio la vuelta con una sonrisa y volvió dando saltitos a su mesa.
-Que rara es esta chica...- musité para mí.
De un día para otro era como si la viera en el doble de ocasiones que antes.
Además, ya que mi coche estaba un poco destrozado, había tenido que levantarme media hora antes para ir en autobús. Lo único que quería era volver a casa dormir un rato...
Aunque eso no iba a ser posible.
En cuanto entré por la puerta, escuché la voz de mi madre desde la cocina.
-Sí, sí. Acaba de llegar.- hizo una pausa- María, teléfonoooo!!- llamó.
Entré en la cocina sin demasiadas ganas de hablar, pero en el momento en el que escuché la voz del otro lado de la línea.
-¡¡María!!
-¡¡Paulaaa!!- chillé yo- ¡Cuánto tiempo!
-Ya te digo... ¿Qué es de tu vida?
-Pues no te lo vas a creer...

miércoles, 14 de enero de 2009

5. Dolor


Cuando abrí los ojos me encontré con un techo blanco que no reconocí.
-¿Te he despertado?- preguntó una voz melodiosa a mi lado.
Alcé la cabeza y vi como Alice Cullen me sonreía al tiempo que dejaba una bandeja con comida sobre la mesita que había junto a la cama.
-¿Dónde... dónde estoy?- conseguí articular.
-En el hospital- respondió ella- Tuviste un accidente, ¿te acuerdas?
-Sí...
-Mi padre te ha dado un par de puntos en la cabeza para cerrar la herida. Mañana ya podrás volver a casa.
Observé fascinada cada uno de los pasos que daba. Parecía levitar a dos palmos del suelo.
-¿Y mis padres?- pregunté, repentinamente preocupada.
-Les hemos llamado, supongo que estarán al llegar- comentó, sentándose en una de las camas libres que había junto a la mía.
-¿Y Jake?
Alice hizo un gesto hacia el pasillo, ladeando la cabeza.
-¿Quieres que le diga que entre?- me preguntó con una sonrisa amable.
Yo asentí y ella se levantó dando saltitos en dirección a la puerta.
Unos segundos más tarde regresó acompañada de Jacob, que la fulminó con la mirada antes de acercarse a mí con cara de preocupación.
-¿Cómo estás?- preguntó.
-Entera, que ya es bastante- respondí, intentando sonreir.- Pensé que no lo contaba.
-Ya. Menos mal que vivo por ahí... Me diste un susto de muerte.
-¿Tú? ¿Asustado?- repetí, con una media sonrisa.
-Menos bromas, pelo rizo, que si lo llego a saber no te regalo el coche.
Bajé la vista, avergonzada.
-Lo siento.
Él se rió.
-Sabes que no lo digo en serio, Mer.

jueves, 18 de diciembre de 2008

4. La vida por delante de mis ojos...


No puedo recordar si grité.
Tenía las manos clavadas en el volante con tanta fuerza que ya no las sentía, aunque lo cierto es que no era consciente de ninguno de los movimientos de mi cuerpo.
El coche dio dos vueltas de campana, como si fuera una película, atravesando el bosque. Intenté cerrar los ojos, pero no fui capaz.
Pude ver cada rama, cada hoja, cada piedra que se daba contra el cristal delantero mientras intentaba en vano frenar el coche.
Finalmente, un árbol lo hizo por mí.
El impacto hizo que saliera despedida hacia delante, golpeándome la cabeza con una de las esquinas y quedando enredada en el airbag que se abrió tal vez demasiado tarde.
No sabría deciros cuanto tiempo estuve insconsciente.
Al despertar intenté abrir la puerta desesperadamente. Atrancada.
-Oh, mierda...- musité, llevándome las manos a la cabeza.
Sentí la sangre resbalando por mi frente y volví a soltar un quejido. ¿Así iba a terminar? ¿Muriéndome desangrada en medio del bosque? Saqué el móvil de mi bolso. Ni una ralla de cobertura. Perfecto.
Escuché un ruido procedente de entre los árboles y me encogí dentro del coche, intentando seguir consciente.
-¿Mery?
-¡Jacob!
Se acercó corriendo hasta el vehículo, detendiéndose junto a la puerta.
-¿Te encuentras bien?- me preguntó.- ¿Estás entera?
-Creo que sí...- musité
Escuché el crujido que hacía la puerta al soltarse, y unos segundas más tarde los brazos de Jacob me rodearon y me sacaron del interior.
-La Push está aquí al lado- dijo, algo más tranquilo- Llamaré a una ambulancia.
Asentí lentamente, sintiendo como se me iba de nuevo la cabeza.
-Jake...
-¿Sí?
-Siento lo del coche.
Él sonrió.
Y con esa sonrisa me quedé dormida.

domingo, 14 de diciembre de 2008

3. ¿Rencores?


-¿Quiénes son?- pregunté.
A la hora de la comida, Angela me presentó al resto de su grupo. Lo cierto es que no presté mucha atención a las presentaciones, porque mis ojos estaban fijos en una de las mesas más alejadas de la cafetería.
Una de las chicas, creo que Jessica, sonrió.
-Los Cullen- explicó- No pierdas el tiempo, son demasiado perfectos para el resto de nosotros- ironizó.
-Son los hijos adoptivos del doctor Cullen- continuó Angela- Los dos que vienen a Historia con nosotras son Edward y Alice. La rubia es Rosalie, el que está a su lado es Emmet y el otro, Jasper.
Asentí lentamente, estudiando los rostros perfectos de los jóvenes.
-Son muy raros- musito Mike- Igual que sus padres. Les dejan hacer pellas.
Me volví hacia él, y pude notar envidia en su voz.
-Además de que están juntos- añadió Jessica- Yo creo que es algo ilegal.
-No son hermanos de verdad- le dijo Eric
-Pero aún así... viven en la misma casa. No deja de ser extraño que estén saliendo.- me miró, parecía que estuviera haciendo la mejor acción de su vida- Rosalie y Emmet, Jasper y Alice. Edward... aún no está con nadie, parece que ninguna chica es demasiado buena para él.
Me levanté para tirar los restos de mi comida, aún no estaba lista para cotilleos.
Estaba a dos metros escasos de la papelera cuando tropecé con algo y se me escapó la bandeja de las manos. Esperé a escuchar el ruido del metal de la bandeja contra el suelo, pero no llegó.
Jasper me la tendía con gesto serio, como si deseara salir de allí corriendo.
-Gracias- musité.
Él asintió y se dio media vuelta, saliendo por la puerta del comedor con la ligereza de un soplo de viento. Una de las chicas, Alice, no tardó el seguirle moviéndose como una bailarina.
Sacudí la cabeza, despistada, y tiré los restos de la comida al contenedor. ¿Cómo había podido coger la bandeja al vuelo? ¿Y si no eran hermanos como es que tenían todos los mismos ojos?
Al llegar a casa, mi padre peleaba con la instalación eléctrica.
-¿Ha pasado algo?- pregunté
-No se ve el fútbol- explicó mi madre, dejando el libro que estaba leyendo sobre la mesa.
Intercambiamos una mirada exasperada. Aunque no fuera un deporte muy popular en los Estados Unidos, ni mi padre ni mi hermano iban perderse los partidos de la liga española...
-¿Qué tal tu primer día?- preguntó mi padre, limpiándose las manos al pantalón.
Me encogí de hombros.
-Bastante bien- respondí- No me entero de mucho, pero bueno... ¿Puedo bajar esta tarde con Angela y los demás?- pregunté
Mi madre asintió, con una sonrisa. Era como si le sorprendiera que ya hubiera hecho amigos.
Subí a mi habitación y encendí el ordenador, rezando por que mis verdaderos amigos no estuvieran dormidos. Aún no controlaba demasiado bien las horas de diferencia que había entre mi antigua vida y la nueva.
Tuve suerte.
iRenillaaa]* Y en eSe mOmenTo pRonUnCiiaste mii nOmBre... dice:
''HOlaaa!!!! Qué tal por tierras americaanas??''
MeRy!...[i]Keep me in your memorie... Leave out all the rest[/i] dice:
''Sin comentarios. Os echo de menos''
Unas horas más tarde saqué de nuevo el coche para ir a Port Angeles, donde había quedado con Angela y Jessica para ir al cine. Había preferido ir sola para ganar unos minutos, y por suerte ya me sabía el camino.
Iba pensativa, escuchando la voz de Gerard Way en la radio.
Tal vez por eso no noté nada anormal en el coche hasta que fue demasiado tarde.
En una curva, los frenos fallaron y me salí de la carretera.

jueves, 11 de diciembre de 2008

2. Rutina y memoria




Una semana y varias clases de conducir más tarde, ya controlaba medianamente a mi nuevo y amado coche. Vale que no era un último modelo, pero era mío y, lo más importante, al estropearse normalmente me permitía una excusa para irme a La Push y visitar a Jacob.
Era un alivio conocer a alguien en Forks, la única pega era que no venía a mi isntituto.

El primer día de clase me desperté tarde, desayuné con prisas y casi me dejo la mochila en casa.
¿Por qué esas cosas sólo me pasaban a mí? No era justo.
-¿Estás despierta?- preguntó mi hermano, con cara de preocupación, sentado a mi lado en el coche
-Mmmmm sí, más o menos- murmuré entre dientes
-Intenta no chocarte con nada, ¿vale?
Levanté la mano para darle una colleja, que fallé por escasos milímetros, justo antes de entrar en el aparcamiento del instituto. Estaba lleno de gente, la mayoría alumnos de los últimos cursos que eran los que podían conducir. Intenté adivinar cuales serían mis nuevos compañeros de clase entre el bullicio.
Bejé del coche de un salto al mismo tiempo que mi hermano, que echó a correr hacia la puerta sin esperarme. No hay nada como el amor de tu familia...
Subí el volumen del iPod y me adentré en los pasillos como un explorador rodeado de leones hambrientos. Odio el prototipo de instituto americano, me recuerda demasiado a ''High School Musical''. Busqué mi taquilla entre el revuelo de gente, abriéndola con un golpe sordo y empezando a sacar los libros de la mochila con cara de desesperación.
-¿Eres la nueva?- dijo una chica, que cerraba la taquilla situada junto a la mía.
-Pues... sí, esa soy yo- sonreí, un poco cortada.- María- añadí, presentándome
-Yo soy Angela- respondió, devolviéndome la sonrisa- ¿Ya te han enseñado esto?- hizo un amplio gesto con la mano en dirección al pasillo
-No, pero me gustan las sorpresas.


La mañana pasó lenta, y a la tercera hora ya perdí el hilo de las clases. Nunca había estado tanto tiempo escuchando hablar en inglés y tenía la cabeza embotada. Veía los labios de los profesores moverse pero no entendía nada de lo que estaban diciendo, así que empecé a fijarme más en mis compañeros que en la lección.
En un principio, nada que destacar.
Pero a última hora, en la clase de Historia, les vi.

lunes, 8 de diciembre de 2008

1. Desde cero


-¿Falta mucho?
Puse los ojos en blanco mientras subía el volumen de mi iPod. ¿Cuántas veces había repetido mi hermano lo mismo desde que habíamos abandonado el aeropuerto? ¿De verdad tenía tanta prisa por llegar?
Yo no. Yo quería poder dar marcha atrás en el tiempo y regresar a España, a mi querida Coruña... Donde estaban mis amigos, mi vida. No había nada que me atara a Forks, salvo el trabajo de mi padre, no quería tener que hablar en inglés diariamente, no quería tener que empezar de cero en un instituto nuevo y mucho menos quería estar separada de todo lo que había dejado atrás. No era justo.
-Ya estamos- dijo la voz calmada de mi madre desde el asiento delantero.
Miré por la ventana sin demasiadas ganas al pueblo que iba desfilando frente a mí. No me importaba la lluvia, por algo venía de Galicia, de echo me iba a resultar más fácil acostumbrarme que si estuviésemos en un Estado más soleado. Desde la ventana, mis ojos se dirigieron a mi familia, que parecía encantada con el cambio, y volví a plantearme si no sería adoptada. Mi madre y mi hermano tienen el pelo casi rubio, ella conjuntado con unos ojos azules y él, con unos grandes ojos castaños. El cabello de mi padre es negro, adornado por algunas canas blancas, y unos ojos como los de mi hermano. Yo no tengo un parecido razonable con ninguno de ellos: mi pelo es demasiado oscuro para parecerse al de mi madre y demasiado claro como para ser el mismo tono que el de mi padre. Y mis ojos tienen un tono verdoso del que todavía no he encontrado de dónde pudo salir. Tal vez soy una alteración genética.
El coche seguía circulando por las estrechas calles hasta que se detuvo frente a una casa de dos pisos pintada de blanco. Mi nueva casa, arg.
El cambio de un piso a una casa me gustaba más, pero aún así, era demasiado extraño.
Miguel, mi hermano, bajó de un salto del coche y corrió hacia el portal con su mochila a la espalda, escapando de la lluvia refugiándose en el porche.
-¡María! ¡Abre ya que quiero ir al baño!- gritó
Menos mal que lo dijo en castellano, porque si no ya habríamos quedado en ridículo delante de nuestros nuevos vecinos. Metí la llave en la cerradura y entré en el cálido interior mientras mis padres empezaban a desargar las maletas. La casa ya estaba amueblada, porque mi padre había venido una semana antes para amueblarla y conocer un poco el pueblo.
Subí las escaleras, buscando mi posible habitación, y encontré mis muebles justo al final del pasillo del segundo piso. Estaban dispuestos más o menos como en mi antiguo dormitorio: la cama pegada a la pared, un escritorio en frente, un armario y un sofá junto a la ventana. No estaba demasiado mal.
-María, baja un segundo- dijo la voz de mi padre desde la entrada. Ya os habréis dado cuenta de que tenemos muy practicado eso de hablarnos a gritos por la casa en lugar de ir a buscarnos.
Bajé a trompicones las escaleras hasta la puerta de entrada, donde mi padre hablaba animadamente con un hombre en silla de ruedas.
-Billy, esta es mi hija- me presentó
Él me miró con una sonrisa amable en su cara, antes de tenderme la mano como saludo.
-Encantada- dije, esrechándosela
-Tu padre me ha hablado de ti.- dijo él
Perfecto. A saber lo que le había dicho.
-Billy te ha traído un regalito de bienvenida- añadió mi padre, haciendo un gesto hacia el coche aparcado frente a la casa, junto al nuestro, en el que estaba apoyado un chico alto, de piel morena y pelo largo y oscuro.
Miré al chico, miré a mi padre, y volví a mirar en dirección al coche.
-¿Me estás tomando el pelo?- pregunté
Mi padre siguió mi mirada y puso los ojos en blanco.
-Jacob no. Yo me refería al coche.
El chico llamado Jacob sonrió y yo me quedé todavía más extrañada.
Aún me faltaba un año para poder conducir en España y mi padre me conseguía un coche.
Me acerqué con precaución al auto, acariciando su carrocería roja.
-Algo me dice que va a terminar en el taller muy pronto...- musité
-No me digas eso después de lo que me ha costado arreglarlo- bromeó Jacob
-¿Lo has reparado tú?- él asintió- Bien, entonces no tendré que pagar los daños.
Él se rió, contagiándome su risa.

sábado, 6 de diciembre de 2008

My Twilight

Bueno, voy a empezar una historia en entregas que sería mi visión de Crepúsculo.
Si en lugar de Bella fuera María la que hubiera llegado a Forks...
=))
Iré colgando los capítulos, y de vez en cuando (para no olvidar el fin de este blog) haré unos incisos con reflexiones o pequeñas historias como las que llevo hasta ahora.
Y sin más dilación, os dejo con el prólogo






PRÓLOGO: Cuando tu vida está terminada



Todas las veces que mi madre me leía cuentos de hadas, una parte de mi mente me repetía que esas cosas no sucedían en el mundo real.
Eso fue lo que creía, que por norma general ninguno de los seres fantásticos que formaban parte de mi imaginación era o sería real.
Aunque claro, toda regla tiene su excepción...

¿No os parece irónico que me ponga a pensar en cuentos infantiles cuando mi vida va a terminar de un momento a otro?
Supongo que echarle la culpa a Walt Disney no me serviría de mucho...
Ah, perdonad, me parece que no os estáis enterando de por dónde va esta historia...
Será mejor que empecemos desde el principio.
De cómo mi vida cambió de un momento a otr por culpa de unos ojos dorados.